viernes, 31 de diciembre de 2010

Miguel Hernández para niños

Despedimos el año 2010, que ha sido, entre otras cosas, el del Centenario del gran poeta oriolano Miguel Hernández. He encontrado un poema de Carmen Gil titulado "Miguel Hernández para niños", que podría utilizarse en la escuela para que los niños descubrieran la figura y biografía del poeta. Dice así:

¡Se viste el mundo de fiesta!
Llega a Orihuela el retoño,
un claro día de otoño,
a una familia modesta.

Siempre está en pie muy temprano.
Cuida en la Sierra Oriolana
las cabras cada mañana:
tiene que echar una mano.

Por la tarde las ordeña.
Va a repartir a diario
leche fresca al vecindario,
y por el camino sueña.

Oye cantar al jilguero.
Observa una lagartija
que sale de una rendija.
Le encanta oler a romero.

Un día Miguel, por fin,
va al colegio, muy contento.
Destaca por su talento.
Allí aprende hasta latín.

Disfruta mucho en la escuela.
Al niño atento y flacucho
los libros le gustan mucho.
En la escuela, el tiempo vuela.

Su padre está preocupado.
Miguel tiene que ayudar.
Debe dejar de estudiar
y ocuparse del ganado.

Cuida muy bien de las cabras.
Al tiempo que pastorea,
no hay un libro que no lea:
¡le fascinan las palabras!

Miguel, el joven pastor,
con tres amigos o cuatro
forma un grupo de teatro
y hace a menudo de actor.

Entre brezos y alhucemas,
con tan sólo quince años,
mientras vigila el rebaño,
empieza a escribir poemas.

Su amigo Ramón Sijé
le transmite su cultura
y el amor por la lectura.
¡Tiene en Miguel tanta fe...!

Buscando reputación,
viaja a Madrid el poeta,
con versos en la maleta
y prisa en el corazón.

Muere su amigo y hermano.
Estalla una guerra cruel
en la que lucha Miguel
del bando republicano.

Tras sufrir enormemente,
se casa en cuanto regresa
con Josefina Manresa,
pero ha de volver al frente.

Los tiempos le son adversos.
No encuentra forma mejor
de soportar su dolor
que componer bellos versos.

Más tarde es encarcelado.
Va de prisión en prisión
escribiendo en un rincón,
triste, enfermo y desgraciado.

¡Cuánto añora a su criatura!
En el penal de Torrijos,
le hace una nana a su hijo
llena de amor y ternura.

Este poeta brillante,
un funesto y negro día,
muere en una enfermería
de la cárcel de Alicante.

Mas Miguel no se ha marchado.
Con sus versos que estremecen,
emocionan y enternecen,
sigue estando a nuestro lado.

Carmen Gil

Canciones más famosas de Labordeta

CANTO A LA LIBERTAD

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.

Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.

Sonarán las campanas
desde los campanarios
,y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.

Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la libertad.

También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que forzarla
para que pueda ser.

Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad.

Esta canción, escrita en los años de la Dictadura, es la más conocida y
hay un movimiento en Aragón para que sea el himno de la región. Aquí podéis
escucharla con un vídeo de fondo muy bonito:
http://www.youtube.com/watch?v=8biPVZHwtZQ&feature=related

ARAGÓN

Polvo, niebla, viento y sol
y donde hay agua, una huerta;
al norte, los Pirineos:
esta tierra es Aragón.

Al norte, los Pirineos
al sur, la sierra callada,
pasa el Ebro por el centro
Con su soledad a la espalda.
Dicen que hay tierras al este
donde se trabaja y pagan...

Hacia el oeste el Moncayo
como un dios que ya no ampara.
Desde tiempos a esta parte,
vamos camino de nada,
vamos a ver como el Ebro
con su soledad se marcha.

Y con el van en compaña
las gentes de estas vaguadas,
de estos valles, de estas sierras,
de estas huertas arruinadas.

Polvo, niebla, viento y sol
y donde hay agua, una huerta;
al norte, los Pirineos:
esta tierra es Aragón.

"Polvo, viento, niebla y sol" son palabras muy sugestivas para las gentes de
la ribera del Ebro. Describen a la prefección el duro clima de estas tierras:

Viento: "Cierzo" helador y furibundo que hace aún más desapacibles los otoños e inviernos.
Niebla: En invierno, cuando no hay cierzo, hay una niebla espesa e impenetrable que se agarra al terreno durante semanas. Las temperaturas muchas veces no superan los 0 grados durante el día y la niebla cubre todo de escarcha. Es lo que llaman allí el "dolondón".
Polvo: Lo que arrastra el viento arrancándolo de los campos semidesérticos donde casi nunca llueve.
Sol: Abrasador en verano, aún más que en la Meseta, cuando los termómetros superan ampliamente los 40 grados.

Polvo, viento niebla y sol han forjado una tierra tan dura como sus hombres y mujeres. Al norte los bellos Pirineos, al Sur las desoladas y frías sierras turolenses.

SOMOS

Somos
como esos viejos árboles
batidos por el viento
que azota desde el mar.

Hemos
perdido compañeros
paisajes y esperanzas
en nuestro caminar.

Vamos
hundiendo en las palabras
las huellas de los labios
para poder besar
tiempos futuros y anhelados,
de manos contra manos
izando la igualdad.

Somos
como la humilde adoba
que cubre contra el tiempo
la sombra del hogar.

Hemos
perdido nuestra historia
canciones y caminos
en duro batallar.

Vamos
a echar nuevas raíces
por campos y veredas,
para poder andartiempos
que traigan en su entraña
esa gran utopía
que es la fraternidad.

Somos
igual que nuestra tierra
suaves como la arcilla
duros del roquedal.

Hemos
atravesado el tiempo
dejando en los secanos
nuestra lucha total.
Vamos
a hacer con el futuro
un canto a la esperanza
y poder encontrar tiempos
cubiertos con las manos
los rostros y los labios
que sueñan libertad.

Somos
como esos viejos árboles.

http://www.youtube.com/watch?v=qgOVPEVGtMo

Homenaje a José Antonio Labordeta

Despedimos el mes y el año 2010 haciendo recuento de las cosas buenas y malas que nos han ocurrido, de los que han entrado en nuestras vidas y de los que ya nunca volveremos a tener entre nosotros.

Quiero compartir con vosotros mi sentimiento de haber perdido este año que termina a uno de los mejores hombres que han habitado mi querida y desolada tierra aragonesa: José Antonio Labordeta Subías, que falleció el pasado 19 de septiembre de 2010 tras un duro y largo combate contra el cáncer. Muchos de vosotros le conoceréis por el famoso programa de La 2 "Un país en mi mochila" y por haber sido entre los años 2000 y 2008 diputado en el Congreso por la Chunta Aragonesista, desde cuyo atril mandó a la mierda a unos cuantos diputados del PP que le estaban incordiando durante su intervención. Pero Labordeta, más que un político de izquierdas comprometido con su tierra, fue un gran intelectual, cantautor y poeta. Destaca sobre todo en él esta última faceta, pues él mismo consideraba que sus canciones eran poemas musicados. Publicó su primer poemario en 1959, mucho antes de iniciar su carrera musical, y fue autor de los siguientes libros de poemas: Sucede el pensamiento (1959, Las Sonatas (1965), Cantar y callar (1971), Treinta y cinco veces uno (1972), Tribulatorio (1973),Método de lectura (1980), Jardín de la memoria (1985), Diario de un náufrago (1988) y Monegros (1994). Diario de un náufrago es la obra cumbre de su carrera literaria. Se trata de un libro unificado por las fechas que dan título a los poemas a modo de diario personal, combinando todos los intereses sociales y existenciales que aparecen a lo largo de su obra, siempre melancólica. La vida del hombre es un naufragio en angustiada soledad, presidida por el hastío y el vacío. Se muestra, asimismo, la importancia del olvido y la memoria, recuperada mediante una técnica frecuente en su poesía, la del monólogo e incluso el diálogo con personas desaparecidas.

Actualmente estoy leyendo su último libro autobiográfico: "Regular, gracias a Dios". Está escrito en el año 2009, cuando ya Labordeta padecía el cáncer que le llevaría a la tumba. Me está pareciendo un libro realmente emotivo y entrañable, pues relata los acontecimientos más importantes de su vida personal y pública desde la sinceridad de un anciano sabio que ve pronto su final y que, aunque parezca una redundancia, fue siempre un hombre muy humano. A mí me resulta fácil sentirme identificado con un hombre zaragozano, nacido en una familia republicana y progresista, que luchó por sacar a su país y a su tierra del atraso cultural y político en que vivíamos durante aquel funesto régimen de 40 años y que Labordeta, nacido en 1935, tuvo que aguantar de principio a fin. Una de las facetas de Labordeta que más os puede interesar, porque él fue de todo en la vida, es su dedicación a la enseñanza como profesor de Literatura en Secundaria. Concretamente fue profesor en los años 60 y 70 en Teruel, provincia de la que soy hijo. Allí tuvo ilustres alumnos como el famoso periodista Federico Jiménez Losantos o Manuel Pizarro, actualmente un prominente diputado del PP y ex-presidente de Endesa. Todos sus alumnos destacan su gran valía como profesor y el hecho de que para ellos fue como una especie de guía o tutor intelectual en una época en la que en España estaban cambiando muchas cosas.

Labordeta nunca habló mal de casi nadie, siempre fue un hombre sosegado y tranquilo, aunque alguna vez sacó a relucir su "rasmia" aragonesa. Creo que, de cara al 2011, todos deberíamos imitar su sencillez, su humidad y su bondad.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Mi hermano

"Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos.Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y lo que a la postre determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película...
Aquel jueves me levanté a la hora habitual, las seis y media de la mañana. Aunque no necesitaba levantarme tan temprano, pues mi jornada laboral comenzaba a las 9 de la mañana, seguía con la obsesión de salir de casa antes que mi hermano, el cual entraba a la misma hora que yo. Además, levantándome antes podía ganarme el cariño de mi madre, pues ella se levantaba un poco más tarde que yo y agradecía enormemente que le tuviera preparado el desayuno. El día que acababa de comenzar era un día de diario, valga la redundancia, como otro cualquiera, uno de esos jueves en los que uno madruga pensando que es el penúltimo día de la semana en que tiene que realizar tan enorme sacrificio. Bueno, en realidad aquella semana era un poco especial, pues ese domingo también iba a tener que madrugar por una historia en la que me habían metido mis compañeros de partido. Había estado toda la semana un poco deprimido por tal circunstancia y maldiciendo el día en que me había dado por afiliarme a un partido político. Iba a tener que estar de interventor en una mesa electoral. Después de todo el estrés acumulado durante la semana, teniendo que trabajar 10 horas al día con mi hermano mayor en el pequeño negocio familiar de un tío nuestro, solo iba a tener un día de descanso. Cuando salí de casa sobre las 7:15 de la mañana todavía era de noche, hacía bastante frío y se notaba bastante humedad en el ambiente. El hombre del tiempo había dicho que podía llover. No me acuerdo en qué pensé, con quien me crucé ni qué música escuché en mi "discman" de camino a la estación de tren . La verdad es que cuando llevo a cabo acciones rutinarias, como andar de mi casa a la estación y coger el mismo tren de todos los días, suelo ir bastante absorto en mis pensamientos, de forma que nada se queda grabado en mi disco duro. De hecho, el último recuerdo claro que tengo de aquel día es la frase que me dijo mi madre antes de salir de casa: "No sé por qué tienes que salir tan pronto de casa. Podrías ir con tu hermano al trabajo y así él te llevaría en coche". Me acuerdo concretamente de ello porque aquella mañana rehusé responder a dicha frase, que solía repetirme mi madre día tras día y que cada vez me enervaba más. Yo siempre le había contestado,con formas poco agradables, diciendole que me fiaba más del transporte público, que mi hermano salía siempre apurando el tiempo y que más de una vez habíamos llegado tarde por culpa de los atascos. En realidad, yo me enfadaba cada vez que me veía obligado a contestar a aquella insistente pregunta porque sabía que mi madre no se lo creía, que ella sabía mejor que nadie que mi prisa cotidiana por salir de casa se debía a la mala relación que tenía con mi hermano gemelo. Yo seguía con aquella tonta envidia infantil hacia él y a mi madre eso le dolía en el alma.
Uno no se da cuenta de lo que le quiere alguien hasta que se ve al borde de la muerte. Cuando me desperté aquella tarde del 12 de marzo de 2004 en una cama de la Unidad de Quemados del Hospital Severo Ochoa de Leganés, lo primero que vi fue la cara de mi madre desencajada por el dolor. Aunque los médicos me habían sedado, sentía un dolor tremendo en todo mi cuerpo, especialmente en el torso y en la cara. No era del todo consciente de lo que había ocurrido la mañana anterior en la estación de Atocha, pero en pocos segundos me di cuenta que mi vida había cambiado para siempre. Ya nunca volvería a poder trabajar con normalidad, pues había perdido la funcionalidad en una de las manos. Ya nunca volverían a confundirme con mi hermano gemelo, pues mi cara había ardido como una mecha después de la explosión y tendría que pasar por numerosas operaciones e injertos de piel para llegar a tener una cara que no fuera la del monstruo de un cuento infantil. Ya nunca volvería a sentirme poco querido por mi madre ni a sentir envidia de mi hermano. El amor y la paciencia que demostraron durante aquellos aciagos días me reconciliaron con ellos para siempre. Ahora me da igual salir antes que después. Mi hermano salió antes que yo de la tripa de nuestra madre por una cuestión de azar. Por una cuestión de azar también sufrí yo el atentado terrorista, pues podría haberme sentado en otro vagón. Pero yo había estado intentando vengarme toda la vida del azar saliendo antes de los sitios. Dicha venganza me salió muy cara.