miércoles, 12 de enero de 2011

Diario de la vacaciones. Día 1. Reencuentros

Hoy, día 26 de diciembre, ha sido un día un poco especial. No ha sido por la resaca de tantas comilonas y champagne de los dos días anteriores. Ha sido porque Javi, un íntimo amigo de toda la vida que vive en Buenos Aires, ha vuelto a casa por Navidad haciendo caso a ese aborrecible anuncio de turrones. Javi se fue allí a trabajar de fisioterapeuta, conoció a una chica... y lo que él pensaba que iba a ser una temporada fuera se ha convertido en una prolongada ausencia. Él dice que allí no se vive muy bien y que le gustaría volver, pero que hay muchas que cosas que le atan. Cada vez tiene más acento porteño. Tanta ilusión le hacía el reencuentro con su grupo de amigos que nos convocó un mes antes a la cena que preparó en su casa. Allí acudimos todos los que estábamos invitados a degustar las exquisitas viandas que había cocinado con esmero.
El reencuentro con personas que conoces desde hace mucho y no ves a menudo siempre es muy emocionante. Aunque lleves mucho tiempo sin hablar con ellas, parece como si ayer hubieras dejado pendiente una conversación. No sientes extrañez, frialdad o timidez. No es una situación violenta. Por el contrario, estás ansioso por preguntarle muchas cosas y por aprovechar el tiempo perdido.
Después de la cena y de los brindis de costumbre, nos dispusimos a dar una vuelta por el centro de Madrid, ya que javi sentía morriña por su ciudad y había muchas cosas que le interesaba ver. El centro de nuestra ciudad estaba abarrotado, como suele ser normal en estas fechas. El bullicio de nuestra ciudad le da un aire de vida y una alegría que es difícil ver en otras ciudades europeas por estas fechas. Pese a la crisis, la iluminación navideña estaba mejor que nunca y hacía que los bellos edificios de la Gran Vía y calles adyacentes resplandecieran aún más al caer la noche. Considero además que cada año la iluminación navideña es más elegante por su sencillez y originalidad. Luces aparte, entre cañas y tapas y más cañas y algún chascarrillo se nos pasó el tiempo volando a todos. Lo mismo estuvimos en 5 ó 6 bares, de forma que cuando nos quisimos dar cuenta el metro ya no funcionaba y nos tuvimos que volver hacia el barrio andando bajo la gélida noche madrileña.

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