Hoy, después de comer el típico cordero de los domingos, me decidí por coger mi bici y recorrer un pueblo desconocido por mí, cuyo nombre es Pozuelo. Todo es muy nuevo, muchos de los edificios son de reciente construcción . Dicen que es uno de los municipios con mejor nivel de servicios públicos. No es un pueblo dificil de recorrer en bici porque los que residen por estos sitios tienen cuidado con el coche y conducen muy despacio. Esto último es porque ellos, como yo, frecuentemente se mueven en bici o en moto y conocen los peligros que tienen estos medios de locomoción.
Debo decir que me resultó un sitio muy bonito y muy verde pero un poco deprimente, pues recorriendo todo los rincones del pueblo solo me crucé con dos o tres vecinos con sus respectivos perros. No vi niños subidos en los columpios ni me crucé con otros hombres corriendo o yendo en bici, hecho que es normal en otros pueblos menos inhóspitos como, por ejemplo, Móstoles. En el entorno del Hipercor no percibí mucho movimiento de gente ni de vehículos, lo mismo que en los pequeños comercios, presentes en todos los distritos del municipio. Por todo ello, considero que es un poco peligroso meterse por ciertos rincones si es de noche. Lo mismo en el centro histórico que en los suburbios del pueblo, son muchos los terrenos boscosos, que de noche son lúgubres y un tanto terroríficos. Yo no soy miedoso, pero si ocurre un suceso delictivo por esos bosques, es difícil que luego se encuentren testigos de los hechos.
De todos modos disfruté del gélido viento que golpeó en todo momento en mi rostro, que se me enrojeció enormemente. El fuerte ejercicio hecho subiendo pendientes del diez por ciento y el intenso frío del invierno me hicieron sentirme vivo . Desde entonces, creo que he reducido un poco mi peso.
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